domingo, 13 de junio de 2010

TERUEL MEDIEVAL

EL TERUEL MUSULMAN

Aun cuando los orígenes del poblamiento de las vegas turolenses se remontan a época prerromana (Alto Chacón), las primeras referencias a Teruel se encuentran en las crónicas musulmanas de época califal (s. X), que nos indican que se trataba de un castillo (Tirwal) que jalonaba el camino Córdoba-Zaragoza a través de Cuenca. Dos siglos más tarde apenas sería una pequeña aldea, de ubicación incierta, que fue reconquistada en 1169 e incorporada a los términos municipales de Daroca.

LA FUNDACION DE LA CIUDAD

En el verano de 1171, sin embargo, la conquista de Valencia por los almohades y la impresión que causó el acontecimiento en Aragón motivarían la inmediata reacción del rey Alfonso II (1162-1196) que, al objeto de organizar las fronteras del reino, decidió fundar una villa en Teruel (1.X.1171), recurriendo a las medidas extraordinarias de la foralidad de la extremadura. A fin de atraer los efectivos colonizadores necesarios, a los pobladores que se instalaban y a los que acudieron a poblar en adelante se les concedieron unos privilegios poco frecuentes, entre los que destacaba la propiedad de un extenso término municipal, en el que, con posterioridad, habría pobladas un centenar de aldeas, cuyos habitantes quedaban obligados a satisfacer los gastos más cuantiosos que el funcionamiento de la nueva villa ocasionaba.

LA ÉPOCA DEL APOGEO

Una vez asegurada su fundación con la afluencia masiva de colonos -aragoneses y navarros-, Teruel quedó configurada como la nueva capital de la frontera, circunstancia que ejercería una influencia profunda en la mentalidad y actividades de sus gentes. Lugar habitual de encuentro de la hueste real, desde aquí partirían todas las expediciones reconquistadoras contra el Levante peninsular (1225-1266) y aún después sus milicias concejiles contribuirían de una manera decidida a la política mediterránea de la Corona.

La anexión de Valencia a los dominios de la monarquía aragonesa (1238), abrió una etapa de florecimiento económico para Teruel, acompañado de un fuerte crecimiento demográfico y la consiguiente diversificación social. El desarrollo de la actividad ganadera trashumante, así como el incremento de la producción agrícola y artesanal, alimentaron un intenso comercio con la capital del Turia (trigo, lana, curtidos, cerámica, etc.), en el que intervendría de forma decisiva la activa minoría judía afincada en la villa. Como colofón a esta realidad socioeconómica, en 1347 Teruel recibiría de Pedro IV (1336-1387) el título de ciudad con la promesa añadida de la posible instauración de un obispado con sede en la misma.

LA CRISIS BAJOMEDIEVAL

Los estragos producidos por la Peste Negra (1348), agravados todavía por las secuelas de las guerras castellano-aragonesas que asolaron la frontera (1356-1375), sumirían a la sociedad turolense en un estado de postración del que tardaría mucho tiempo en recuperarse. Las dificultades de la coyuntura se resolvieron en una permanente conflictividad social, en la que, a los tradicionales enfrentamientos entre la Ciudad y la Comunidad de sus aldeas por la independencia entre una y otras, se sumarían los conflictos originados por la competitividad política de los bandos de Marcillas y Muñoces, y los frecuentes brotes de antisemitismo que estragaban la minoría judía.

Las continuas intervenciones de la monarquía para encauzar este estado de cosas y apaciguar las tensiones abrirían un nuevo frente de discordias, esta z entre la Ciudad y la Corona, salpicado de numerosos incidentes. La culminación del enfrentamiento tendría lugar cuando los turolenses, amparándose en sus fueros y privilegios, se opusieron radicalmente a la instauración de la Inquisición (1484-85), lo que concluyó con una fuerte represión que diezmó la clase dirigente y arruinó a los sectores más dinámicos de la incipiente burguesía local.

LA HERENCIA DEL MEDIEVO

No obstante el transcurso del tiempo, la huella del pasado medieval de la Ciudad todavía es perceptible en muchos aspectos de su realidad actual. Indudablemente, y aparte del rico legado monumental del período, donde esta herencia resulta más manifiesta es en la propia textura física de la Ciudad, cuyo Centro Histórico, a pesar de las transformaciones posteriores, responde en su integridad a las pautas urbanísticas seguidas en el momento de su fundación. Así, aunque los desniveles topográficos del propio solar urbano y la ubicación de ciertos edificios relevantes, obligaron a diferentes soluciones organizativas de la red viaria o distorsionaron en algunos sectores el planteamiento inicial, en general os repartos de solares entre los nuevos colonos dieron como resultado una modulación del espacio, con calles rectas, de la anchura análoga, y manzanas más o menos rectangulares; todo ello, articulado entre las puertas de la muralla, que señalizaban los puntos de acceso al núcleo urbano, y la Plaza Mayor o del Mercado, centro neurálgico de la población y el único espacio de cierta entidad que se abría en su interior. Ni siquiera la posterior instalación de las minorías judía y mudéjar originaría los habituales barrios cerrados de otras ciudades de la época, todo lo cual hace del Centro Histórico de Teruel uno de los mejores y más singulares testimonios del urbanismo medieval aragonés.

ITINERARIO 1: TERUEL VILLA MEDIEVAL

Iniciamos nuestro recorrido en la Plaza de la Catedral, centro religioso y civil de la Villa, en la que se encontraban las Casas del Consejo y la Cárcel. También a ella se abría el principal edificio religioso, la antigua parroquia de Sta. Mª de Mediavilla. Ascendida al rango de Colegiata en 1342 y Catedral en 1587, en el que se reunía el Concejo en pleno, beneficiándose con parte del botín de las cabalgadas. Los privilegios de los que gozaba y la sucesiva elevación de categoría marcarán un notable ritmo constructivo que irá enmascarando las estructuras originales. A pesar de ello, se pueden admirar dos elementos emblemáticos del Teruel Medieval: la torre-campanario y la techumbre. Esta torre mudéjar (1257-58) es el fruto de una síntesis de tendencias: el gusto de los cristianos por el arte islámico, el gótico emergente y los últimos influjos del románico. Se trata de una perfecta conjunción cromática del color terroso de sus ladrillos; del verde y morado de los platos, azulejos y fustes de cerámica; y del blanco de la caliza de la base y las esquinas.

Datada en torno al año 1300, la techumbre de la Catedral, está formada por una armadura de par y nudillos. En su profusa decoración también se trasluce la mezcla de la influencia islámica (elementos vegetales, geométricos y epigráficos) y el gótico lineal (decoración figurada). Este interesante desfile de personajes (reyes, damas, guerreros, campesinos, letrados, etc.) y escenas (músicos, combates con seres míticos, guerra, caza, pasajes bíblicos, etc.), ha recibido diversas interpretaciones: representación sistemática de todo el saber de la época; imagen cósmica, presidida por los meses del año y las diferentes actividades humanas; temática vinculada a la literatura romance, etc.

Una vez visitada la Catedral, nos dirigiremos por la C/ Santa Emerenciana hasta la Plaza Fray Anselmo Polanco, en la que se encuentra el Museo de Teruel, ocupando la Casa de la Comunidad. En las plantas 1ª y 4ª guarda una amplia colección de Cerámica decorada de Teruel, artesanía que tendrá un notable prestigio y difusión durante la Edad Media. Al igual que la techumbre de la Catedral, estas piezas sorprenderán al visitante por la riqueza y variedad del microcosmos que representan. Serán el máximo reflejo de la síntesis cultural, estando presentes elementos decorativos judíos, como la Estrella de David, o formas como el kanukiyyot (para la celebración de la "Fiesta de la Luces"); mudéjares, como la khamsa ("Mano de Fátima") o inscripciones cúficas alabando a Allah; y cristianos, como representaciones de caballeros, frailes, músicos, etc. Las piezas más originales corresponden a los ss. XII-XIV. Durante los ss. XV-XVI la llegada de influencias de otros alfares irá modificando lentamente estas tradiciones, que se romperán definitivamente con la expulsión de los moriscos (1610).

Descendiendo por las calles S. Miguel y Alcañiz, llegaremos al Portal de S. Miguel o de la Traición; esta última denominación, de origen popular, se otorgó porque, según la tradición, por dicho portal penetraron las tropas castellanas de Pedro IV el Cruel el 3-V-1363, con la ayuda de un infiltrado, que les franqueó el acceso, aunque en realidad, este portal parece datar del siglo XVI. En este sector de la ciudad se conserva uno de los tramos más amplios de las murallas. Teruel, fundado como un enclave fronterizo frente al Islam, poseía un potente recinto amurallado de casi 1,9 Km. de trazado, que protegía una amplia muela de 17 ha. A partir del siglo XVIII empezarán a adosarse viviendas sobre las murallas, quedando visibles escasos segmentos.

Una vez atravesado el Portal, nos encontraremos fuera de la Ciudad, sobre unas amplias rondas, inexistentes en la Edad Media, y que se formarán durante los siglos XVIII al XX. Para hacernos una mejor idea de la situación originaria de este flanco de la Villa, deberemos acercarnos hasta el Puente de la Reina; desde él podremos ver el gran desnivel que, a modo de foso natural, rodeaba Teruel. Las defensas se instalarían en el cantil de la muela, como el viejo torreón colgado sobre el espolón rocoso, parcialmente oculto por un recinto almenado realizado este siglo. Retornando a la Ronda Dámaso Torán, pasaremos bajo Los Arcos, considerado como el principal acueducto renacentista español. El tramo visible de murallas (con un recrecimiento de yeso realizado durante las Guerras Carlistas) termina en el Torreón de la Bombardera, de planta poligonal.

Frente a éste se encuentra el Arrabal, barrio cristiano extramuros, creado a mediados del siglo XIII y articulado en torno a la C/ Mayor. Este adquirió un gran desarrollo, hasta tal punto que, en 1385 albergaba más de 120 familias. En 1336-37 se le dotará de murallas propias, que se conservarán a lo largo de toda la Edad Media.

Más adelante se encuentra el Torreón de Ambeles, que es el elemento más singular del recinto amurallado. Sólido bastión de sillería, se hallaba adosado al Alcázar Real o Castillo Menor, siendo construido en un momento indeterminado entre 1475 y 1525. De planta estrellada, no existen paralelos a nivel peninsular para esta construcción. Equidistante entre éste y el Torreón de la Bombardera se encontraba el Portal de Zaragoza, el único citado en el Fuero de Teruel. Estaría formado por dos grandes torreones (uno de los cuales fue recientemente descubierto en una excavación arqueológica), flanqueados, a su vez, por otras dos torres cercanas. De estas dos últimas, sólo es visible desde la vía pública la del Rincón.

En la C/ Joaquín Costa, nuevamente intramuros, se inicia el que fue principal eje urbano de Teruel, que enlazaba el Portal de Zaragoza con el de Guadalaviar, pasando por la Plaza del Mercado, actual Carlos Castell. Centro mercantil de la Villa, en ella, además, se celebran los festejos (toros, justas de caballería...) y los actos fúnebres reales (con ceremonias oficiadas en las tres regiones existentes en la Ciudad, cristiana, judaica e islámica).

Si seguimos por la C/ Salvador llegaremos hasta la Torre del Salvador (datada por termoluminiscencia en 1311+-55), restaurada en 1993 y única cuyo interior es visitable.

ITINERARIO 2: LA JUDERÍA Y LA IGLESIA DE SAN PEDRO

Subiendo por las calles L. García Esteban y C. Fortea, pasaremos junto a la Oficina de Turismo. Casi enfrente de ésta, se abre un estrecho callejón, desde cuya entrada tendremos una bella vista de la Torre de San Pedro. Antes de llegar al campanario, se encuentra el Mausoleo de los Amantes en el que reposan sendas momias, exhumadas en 1555, que parecen corresponder a Juan (o Diego) Martínez de Marcilla e Isabel de Segura. Su trágica historia se desarrollará entre 1212 y 1217, menos de medio siglo después de la fundación de Teruel.

La Iglesia de San Pedro fue construida entre 1319 y 1392, destacando la riqueza ornamental exterior de su ábside. Más incierta es la datación de la torre-campanario, cuyos rasgos arcaizantes y recientes fechaciones por termoluminiscencia (1103+-95) han permitido apuntar la posibilidad de que fuese realizada a mediados del s. XIII, incluso quizás con anterioridad a la Torre de la Catedral. Ambos elementos, iglesia y torre, constituyen el conjunto más armónico del mudéjar turolense.

Si subimos por la empinada C/ Harcembush penetraremos en la vieja Judería, situada al abrigo del Alcázar Real, en la zona más alta de la Villa. No en vano, los judíos eran siervos del Rey, según el Fuero de Teruel, encontrándose bajo su protección. Disponían de dos sinagogas (una de ellas construida en 1387) y enterraban a sus muertos con ricos ajuares en los Llanos de Santa Lucía, según se ha podido testimoniar arqueológicamente. A finales del s. XIII se estima que la aljama turolense estaría formada por unas 45 familias. En 1412, S. Vicente Ferrer presionará a los Jurados de Teruel en favor de la segregación de los judíos, asignándoles un espacio concreto, delimitado por un muro. Otro luctuoso suceso fue la implantación de la Inquisición, que se hizo por la fuerza de las armas, ante la oposición de los turolenses y que condujo a un primer Auto de Fe en 1485, n el que fueron quemados nueve cristianos, acusados de herejes y judaizantes. Siete años después, la expulsión general llevará al destierro a unos 200 judíos de Teruel.

Siguiendo por la estrecha C/ Judería llegaremos hasta la C/ Abadía, en la que se situaba el Portal Nuevo. Saliendo a la Ronda de Ambeles, podremos contemplar el Torreón de San Esteban, de planta circular.

ITINERARIO 3: LA MORERIA, SAN MARTIN Y LOS FRANCISCANOS

Si tomamos la estrecha C/ Santiago llegaremos a una plaza en la que ubicaron las Casas del Rey o Castillo Mayor, cedido desde 1367 para Convento de Santa Clara. Frente a éste se encontraba la Iglesia de Santiago, que era la parroquial más pequeña de la Ciudad, destruida durante la Guerra Civil. En sus proximidades, la Plaza de Pérez Prado está todavía más transformada respecto a la Edad Media. En ella se encontraba la Iglesia de San Marcos, el Estudio de Artes y la Mezquita, convertida en Convento de los Trinitarios en 1493 y actualmente desaparecido. En torno al edificio religioso musulmán y, especialmente, en la C/ Andaquilla, se extendía el barrio mudéjar intramuros, que debía estar densamente poblado (más de 50 familias en 1385).

El elemento más destacado de la Plaza es la Torre de San Martín (1315-16), situada a escasa distancia del Portal de Daroca, torre-puerta acodada parcialmente destruida. Bajando por la Cuesta de la Andaquilla llegaremos al Convento de los Franciscanos. Edificio gótico de sillería de gran calidad, iniciado en 1392, es el perfecto contrapunto a la arquitectura mudéjar en ladrillo. En torno a él se encontraba el Rabalejo, pequeño barrio cristiano (unas 10 familias en 1385).